Cada viaje que emprendo es una oportunidad para descubrir nuevas historias y enriquecer mi alma viajera. Sin embargo, hay un lugar que siempre estará impregnado de emociones especiales: Pensilvania, mi pueblo natal. A través de estas líneas, quiero llevarte de la mano por las calles y los recuerdos que cobran vida en cada rincón de este encantador pueblo de Caldas, Colombia.
Pensilvania, un nombre que evoca imágenes de un pasado, una infancia llena de alegría, juegos, tin tin corre corre y tradiciones arraigadas.
Al regresar a este lugar, mis ojos se inundan de recuerdos que parecían difuminarse con el tiempo; pero que con cada paso que doy ahora, en este hermoso pueblo; vuelven a mi memoria y me hacen sonreír de nuevo.

Me veo de niña, corriendo por las calles con mis amigas, montando en patines, jugando bate, tarro botao y cuanta cosa nos inventábamos, porque todo el tiempo estábamos creando, imaginando, soñando la diversión. Me veo acampando en el bosque, nadando en el rio de agua helada, haciendo artesanías, desyerbando la huerta, sembrando, aprendiendo todo lo que hoy son mis raíces. Lo que me ha hecho una viajera, exploradora del mundo.
Las fachadas de las casas coloniales, con sus ventanas y puertas de colores, el bahareque, la tapia y los balcones adornados con flores, me reciben con la misma calidez que en mi infancia.

Cada rincón de Pensilvania tiene una historia que contar.
El parque principal es el escenario de encuentros familiares y risas compartidas. La araucaria que aunque ya no esta, la sigo viendo en mi mente.
Las conversaciones de los lugareños que se sientan en los muros o las bancas del parque, de los cafés, de la calle real, tejiendo historias de generación en generación, resuenan en el aire y me hacen sentir parte de algo más grande, de una tradición que se niega a desvanecerse.
Mi paseo me lleva hacia la iglesia, un imponente edificio que ha sido testigo de innumerables ceremonias y eventos trascendentales. La paz y la espiritualidad que se respiran en su interior me envuelven, recordándome mis propias raíces y el sentido de pertenencia que siempre llevo conmigo.

El parque de los enamorados y las historias de amor que nacieron en este lugar, el cementerio en frente y sus árboles imponentes que ya no existen pero que siguen haciendo parte de nuestra memoria.
Piamonte y el reto de llegar siempre hasta la cruz. Ni hablar de Morrón y todas las leyendas a su alrededor… Algún día también conquistaré su cima.
El recuerdo mas inolvidable será el bosque y los campamentos cuando era niña. Aprendí desde mis tal vez 6 años de edad a encender fogatas, armar carpas, escalar, hacer nudos con cuerdas, descubrir cuevas y cascadas, caminar en medio de árboles de pino, a deleitarme con el crujir de las hojas secas al caminar sobre estas y a sentir el aroma del bosque fresco. A amar el untarme de tierra y a que no importa qué lleve puesto; siempre será mejor ver las estrellas acostada sobre el pasto verde.

Aprendí en mi niñez en Pensilvania a sorprenderme con los amaneceres coloridos, pero también a admirar la neblina enigmática y en especial aprendí que no importa si hace sol o hace frio; el agua helada del rio siempre te recargará las baterías del alma.







No puedo dejar de mencionar la gastronomía de Pensilvania, un festín para los sentidos. El aroma de las arepas recién hechas, la leche acabada de ordeñar o el sabor inigualable de la comida en casa, preparada en una cocina con paredes de madera y ollas brillantes colgadas en ellas… Preparadas por las mamás, las abuelas o en mi caso por las manos de mis tías, que aún me siguen derritiendo con sus deliciosas preparaciones.
Cada bocado me conecta con mis orígenes y me recuerda que, sin importar cuántos países visite, el sabor de casa siempre estará impreso en mi paladar.
Pensilvania, mi amado pueblo, siempre ocupará un lugar especial en mi corazón viajero.
Cada calle, cada sonrisa cálida y cada historia compartida en este rincón de Colombia me recuerdan la importancia de valorar nuestras raíces y honrar nuestra historia.

En cada viaje, sea a lugares lejanos o a nuestro propio hogar, encontramos la magia de las experiencias nuevas y la emoción de descubrirnos a nosotros mismos una vez más.
BI HIGUERA VIAJERA








3 comentarios
Doña Bibiana eres una persona admirable.. Leer todas estas historias son sentido de orgullo.. Felicitaciones
Gracias Don Pedrito! Muchos abrazos
Que bellos recuerdos🙏💋♥️ me encantó el artículo un lugar muy agradable y acogedor .