Conocí en uno de mis viajes a la mujer Kairós (En la mitología griega, Kairós es el dios de la oportunidad)
Terminaba mi recorrido en una ciudad de Colombia y debía tomar un bus para otra ciudad que quedaba a 1 hora de distancia, pero ya se me había hecho tarde; así que alguien me sugirió que para lograr viajar debía tomar el bus en una caseta ubicada a las afueras de la ciudad, donde este debía hacer una parada obligada.
Decidí hacer el intento.
Cuando llegué a la caseta, había una mujer con uniforme de la empresa de buses, quien me confirmó que este era el último bus y que estaba próximo a llegar.
Ya que era la única persona allí y generalmente no me quedo callada, empecé a hablar con ella sobre su trabajo para hacer la espera mas amena.
Empezaba a oscurecer y el bus no llegaba. Ya empezaba a preocuparme.
De repente la mujer Kairós me preguntó:
-¿ Siente ese olor?-
Yo en realidad sentía un olor muy leve, así que le respondí un no con mi cabeza.
-Huele a muerto. Es que aquí al lado es el crematorio. – continuó.
No imaginaba que esa frase seria la introducción para todo lo que se venía minutos después.
Continuamos hablando sobre la muerte, la vida… Así que la mujer Kairós agregó:
-Yo ya no le tengo miedo a la muerte-

En realidad parecía que no le temía y ya me iba generando algo de curiosidad sus expresiones y como se comportaba. Frecuentemente se asomaba a la entrada, como esperando algo… Claro, ustedes y yo diríamos que esperando el bus, ¿verdad?
Así que decidí hacerle un par de preguntas que me pudieran dar más información:
-¿ Usted por qué dice que no le tiene miedo? –
-Es que yo sé que hoy es mi último día de vida – me respondió muy relajada, un poco explayada en su silla y con las piernas estiradas.
-¿Se piensa suicidar hoy? – Le dije con voz más tranquila aún, aunque ya me estaba asustando.
-No, no me voy a suicidar. Hoy me vienen a matar. –
Yo no me esperaba esa respuesta. Me puse en pie del susto, empecé a caminar dentro de la caseta de no más de 4×4 metros, mientras mi cerebro empezaba a unir rápidamente todos los puntos de la conversación, su comportamiento extraño, el hecho que ella estuviera esperando que llegaran a matarla y en especial, que estábamos esperando el último bus. Además, de estar en la última curva de la ciudad donde no había nada más que nosotras dos.

Era la escena perfecta. A la única conclusión a la que mi cerebro me podía llevar era a una ALERTA PARA SOBREVIVIR.
Respiré profundo. Calmé a mi mente gritona y pensé:
– Si el día de su muerte es hoy, la vienen a matar y estamos esperando irónicamente “el último bus”, aquí solas, seguramente mi último día de vida también es hoy –
Respiré profundo de nuevo y esta vez la mujer Kairós me miró a los ojos. Creo que ya notaba que me estaba asustando.
-Si yo estoy aquí, es porque debo estar aquí con ella y si también es mi momento de partir, por más que me aleje el resultado va a ser el mismo – Continuaba mi conversación conmigo misma; seguida de una última oración para encontrar las palabras adecuadas para ese momento.
Este pequeño análisis entre mi cerebro, mi mente y yo se dio en cuestión de segundos. (Me tomó más tiempo escribirlo).

Ya era de noche. Extrañamente el bus no llegaba, así que decidí tomar las riendas de la conversación. Levanté mi cabeza, miré a la mujer Kairós a sus ojos y le dije:
-Si ya sabe que es su último día de vida ¿Por qué se está gastando sus últimos minutos aquí? –
-Ya nada me importa – Respondió. Hace más de 20 años hice algo muy malo y desde entonces estoy huyendo de ciudad en ciudad, de trabajo en trabajo, de casa en casa. Ya estoy cansada de estar huyendo, de vivir con miedo a que me encuentren. Ya no más. –
-¿Y cómo sabe que la van a matar hoy?
-Porque ya me encontraron. Vinieron hasta aquí y me dijeron que hasta hoy estaría viva. Ni un día más. Y porque los conozco es que sé que es así.-
Ustedes no se imaginan lo que yo sentía cada vez que escuchaba en la carretera que se acercaba una moto. Yo estaba esperando que en cualquier momento alguien entrara y nos dispara a las dos. Cada vez que sonaba un pito o un sonido fuerte, saltaba y temblaba del susto. Pero no me pregunten por qué, también sentía que aun así tenía que seguir allí.
Cerré mis ojos y le pedí a Dios que me iluminara con las palabras adecuadas, con lo que debía decirle a la mujer Kairós y agregué en mi oración: -Dios, si este es mi momento, estoy preparada-.
A partir de ese minuto, la calma se apoderó de mí. Así que le dije:
–Usted tiene la fortuna de saber que le quedan unas cuantas horas de vida.
Entonces, ya que lo sabe; por qué mejor no las invierte en perdonarse. Evidentemente lleva cargando el peso de la culpa por muchos años.
Suéltelo ya. Libérese, perdónese y perdónelos a ellos por terminar con su vida y tal vez hasta con la mía.
Invierta estas horas o minutos que le quedan en su sanación, en cerrar sus pendientes. Disfrútese este ratico y aprovéchelo para saborearse esos pequeños placeres de su vida. –
La mujer Kairós me miró aterrada y las lágrimas empezaron a bajar por su mejilla.
-Si estoy aquí con usted, tal vez sea para decirle esto – continué.
-¿Ha pensado qué va a hacer mañana? Me refiero a si no muere hoy-
-Ya veo que está muy segura de su muerte; así que si mañana despierta viva, ese será su renacer. Tendrá una segunda oportunidad para vivir una nueva vida.-
-¿Cómo la va a vivir? ¿Va a seguir huyendo?. No sé lo que le pasó, pero yo de usted, si mañana estuviera viva, cambiaría mi historia. Iría a la policía, o hasta yo misma los iba buscar y negociaba con ellos para pagarles si es que el problema es de dinero.
Haría lo que sea, pero haría algo diferente a lo que usted lleva haciendo estos 20 años. Si ya no tiene nada más que perder, pues enfrente el problema y deje de estar huyendo. Ahí si empezaría a vivir. Si amanece viva, pues viva esa vida que usted quiere, la que se sueña, la verdadera vida, LA QUE VALE LA VIDA VIVIR.-
La mujer Kairós secando sus lágrimas, se levantó de la silla y dijo:
-Gracias por esas palabras, gracias por estar aquí conmigo en este momento-
Justo mientras me lo decía, llegó el bus.
Ambas nos abrazamos. Tomé mi mochila y salimos a la carretera caminando hasta el bus.
Antes de subir la abracé de nuevo y le dije:
–Espero que tenga una hermosa vida en adelante, que sea lo mejor para usted. Me iré orando y enviándole toda mi mejor energía para que donde sea que se encuentre, esté bien.-
-Le prometo que la próxima vez que pase por aquí, voy a parar y voy a preguntar por usted. Así sabré que esta historia tuvo un final feliz.- Agregué.
Subí al bus y aunque estaba impresionada con lo que había pasado, también estaba feliz de haber salido viva de esta situación. Este también era un renacer para mí.
Tiempo después, iba por esta misma ruta. Recordé a la mujer Kairós y mi promesa de detenerme a preguntar por ella.
Estacioné el carro, me bajé en medio de un sol intenso y caminé hasta la caseta. Mi corazón estaba acelerado, no sabía con qué me iba a encontrar.
Mientras me acercaba empecé a escuchar personas hablando dentro…
¿Ustedes qué creen que pasó? Comente aquí para contarle este increíble final.

4 comentarios
Bibi cómo me va a dejar así!!!!
Ja ja ja Vane 🙂 Llegué a la caseta y la mujer Kairos estaba allí atendiendo otras personas para el viaje; así que no pudimos hablar mucho, solo nos abrazamos y me dijo que estaba muy bien. Le entregué algo que le llevaba y seguí mi camino. Nunca más la volví a ver.
Seguramente tubo un rena~SER
Tu tienes el don de poder llegar contagiar a muchas personas de tu buena energía de tu alegría ,, estabas guiada e inspirada por DIOS ya lo tenían todo , q linda historia q maravilla de enseñanza gracias
Genial 👍 🥰 me encanta creo que ella era solo un fantasma y te dirán que hace mucho kairos falleció y deambula su alma buscando respuestas para sanar y por fin partir . Gracias