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Desde muy pequeña tenía claro que yo no tendría hijos, así que mis planes no eran jugar con las muñecas como si fuera la mamá o cocinar en las ollitas para darles de comer. Mis juegos eran inventarme una playa para que las muñecas y yo disfrutáramos del sol, o dar un paseo por las vías de los corredores de la casa, para descubrir nuevos lugares en un carro que iba a toda velocidad. 

Así fui dando fuerza a esa idea de no tener hijos y de viajar por el mundo. 

Por el contrario, mi hermana menor, desde muy pequeña repetía: 

-Cuando sea grande quiero tener muchos hijos, como mínimo 3-.

Entonces entendí que este sentimiento del querer o no, venía con cada persona.

 

Años después, por fin llegó la gran noticia:
– Chiqui, estoy embarazada. Vas a ser tía – me dijo mi hermana. 

¡Qué emoción tan grande sentí! Mis manos se fueron directo a su barriguita, como si tuviera ahí un imán y me arrastrara con fuerza. Mis ojos se aguaron y la abracé con felicidad.

Pude vivir el embarazo de cerca, ver crecer a mi sobrino ahí dentro, hablarle y sentirlo cerca por primera vez en una ecografía, donde lloré tanto de emoción cuando el sonido de su corazón se escuchaba en todo el cuarto. Era algo mágico. Era el milagro de la vida hecho realidad y estaba justo en frente de nosotras.

Lo más curioso es que a lo que más le temía al pensar en la idea de ser mamá, era al parto; pero desde que mi hermana me dijo que estaba embarazada le dije: 

– Chiqui, déjame entrar al parto, yo quiero estar ahí cuando Gabriel llegue. – 

Su respuesta era siempre la misma; porque me conoce muy bien: 

-Vas a caer desmayada y no me quiero imaginar las caras que vas a hacer. Yo necesito estar tranquila, así que mi respuesta es NO- decía mientras se reía de solo pensar lo que me pasaría. 

Aunque tenía razón sobre esa versión, yo pensaba en que quería vivir ese momento. Sería mi única oportunidad para estar presente y vivir de cerca un nacimiento, casi como si fuera yo misma quien diera a luz.

 

Pasaron los 9 meses y su respuesta seguía siendo la misma:

– No. Ni loca. –

Como el día se acercaba, en la familia hicimos una apuesta para que quien adivinara la fecha exacta de nacimiento, se ganaría una gran suma de dinero. Y a medida que pasaban las fechas seleccionadas, mis posibilidades de ganar aumentaban.

El día tan esperado llegó. 

Yo había hecho mi apuesta por el 8 de junio y ese día estaba en la oficina cuando recibí una llamada: 

-Parece que vas a ganar, hoy va a nacer Gabriel. Ya vamos para la clínica-.

Salí corriendo feliz a encontrarlos, no me quería perder un segundo de esa aventura.

Como todo lo bueno en la vida se hizo esperar unas cuantas horas, lo que me permitió hablar con la ginecóloga y con mi hermana muchas veces hasta que por fin la respuesta fue: 

-Esta bien. puedes entrar al parto-. 

Claro está, ya había dado mi consentimiento de que si me desmayaba me podían dejar tirada en el suelo sin atención alguna. La prioridad eran ellos dos.

Estar presente en el momento de nacimiento de mi sobrino ha sido el regalo más maravilloso que me ha dado mi hermana y la vida. Ese preciso instante en el que salió a la luz, abrió sus ojos, me miró y yo estaba ahí en pie (sin desmayarme), justo frente a él diciéndole: 

-Bienvenido a nuestro mundo, te amamos-

 Definitivamente es un momento que jamás olvidaré y que llevo en mi corazón.

Ahora puedo decir que conozco a mi hermana mejor que nadie: por dentro y por fuera (ja ja).

Hoy, después de toda una vida de estar segura de mi decisión de no tener hijos, mientras escribo estas palabras, veo pasar corriendo a mi lado a mi sobrino Gabriel, cantando: ¿Estrellita dónde estás? y no puedo dejar de agradecer a la vida por haber puesto en mi hermana esa semillita de querer ser madre. 

De no haber sido así, me habría perdido de tantas experiencias y de sentir esto tan indescriptible que siento cuando está cerca, con su sonrisa, con su mirada, con su forma de descubrir el mundo mientras nosotros lo descubrimos a él.

Ser o no ser mamá, creo que es algo que ya viene en el chip desde el inicio y que por fortuna, en algún lugar del universo, antes de ponerlo, seleccionan a algunas valientes mujeres, como mi hermana y mi mamá.


Feliz día a todas las Heroínas que además se convierten en Madres. 

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BI HIGUERA VIAJERA

Un comentario

  1. Bibi qué hermoso . Gracias . Es una profesión hermosa y nunca termina . Pero es una bendición .
    Bueno tú disfrutas el papel de tía que también es hermoso .
    Un abrazo 🤗

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