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Conocí en uno de mis viajes a: El Sol radiante de India.

Estaba en India, conociendo este país maravilloso y aprendiendo de esta cultura tan diferente a la nuestra. Nuevos sabores, aromas, sonidos, texturas, construcciones; también nuevas tradiciones y pensamientos.  

Quería camuflarme entre la multitud, ser una india más para vivir y sentir en realidad esta cultura. Así que me vestí de sari y usé el bindi o punto rojo que llevan las mujeres en la frente como un símbolo de energía femenina, para proteger a la mujer y a su esposo.  Aunque yo no tenía uno, quería adoptar el papel de todas las mujeres que veía a mi alrededor. 

Empecé a mover la cabeza al hablar, tal como todos en india lo hacen. Aprendí a decir frases completas en hindi, incluso con el acento. Así logré mi objetivo: Dejar de ser vista como una extranjera. Logré convertirme en una india que estaba descubriendo la inmensa ciudad de Delhi.

India

Esa misma inmersión, me llevó a ver otras situaciones, en especial sobre el matrimonio y la decisión de con quién se casarían las mujeres.

De por sí mi contexto: una mujer de 30 años, soltera y viajando sola por el mundo,  ya me convertía en un bicho raro en India, pero entendía que casarse y tener hijos era la única opción que en este lado del mundo, las mujeres conocían.

Fue justo ahí cuando empezó un choque cultural que no pude pasar por alto: el que los padres seleccionaran la pareja para sus hijas.

En esa época estaba muy enfocada en ser una mujer diferente a la del rol de ser mamá, esposa y mujer dedicada a una familia. Por el contrario, yo quería ser independiente, empresaria, sin hijos, sin esposo, con mucha libertad y poder de decisión. Quería seguir cumpliendo mi sueño de viajar por el mundo y veía en este espejo, que estas mujeres no tenían esa posibilidad porque la sociedad no se la había ofrecido.

Así fueron pasando los días de mi viaje, pero cada día se me iba acumulando ese sentimiento de impotencia. Un día no resistí y le dije a mi amigo, el Sol radiante: Hombre, casado y padre de 2 hermosas hijas; (léase con tono de furia):

– No estoy de acuerdo. ¿Cómo es posible que las mujeres no puedan decidir con quién se casan? ¿Y que además les impongan el personaje? Esto no me cabe en la cabeza – 

Se notaba mi cara de enfado y frustración por no poder hacer nada.

Así que el Sol radiante me respondió con un tono fuerte, pero respetuoso e imponiendo su carácter y cultura:

-Ustedes los occidentales no entienden. – Afirmó.
-Se casan supuestamente enamorados y después de unas semanas o unos meses terminan separándose. Aquí la separación no existe. ¿Sabes por qué? Porque nosotros construimos el amor. – y continuó.

-Tal vez no sabes cómo es realmente. Nosotros, los padres, seleccionamos la posible pareja. Los presentamos. Si en ese momento hay una chispa y ellos la sienten; son ellos, en privado, quienes toman la decisión de continuar o no. –
Sólo en ese primer momento lo saben y si ambos dan el sí, entonces a partir de ese momento, día cero, ambos empiezan a construir la relación de pareja, a construir el matrimonio, empiezan a construir el único y verdadero amor para toda la vida. – Concluyó.

El Sol radiante me dejó callada. 

No tenía nada para decir y de igual forma no entendí el verdadero mensaje en ese momento.

 

Ahora empiezo a entender lo que me quería decir y me hace mucho sentido:

Esa primera chispa que nace entre dos personas al conocerse, es el inicio o la señal de algo más grande. Pero se puede alcanzar para toda la vida, sólo si estas 2 personas están dispuestas a construirlo cada día y juntos.

 

Qué sabio mi amigo, el Sol radiante de India.  Un día me dio luz y yo no entendí, pero sus rayos fueron tan intensos que hoy, más de 10 años después, la semilla de sus palabras por fin brota de la tierra.

Te entrego esta semilla: ¿Estás construyendo cada día el único y verdadero amor para toda tu vida?

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