Dicen que quien visita Bogotá pero no sube por el sendero a Monserrate; no ha estado en Bogotá. Viví 14 años en esta ciudad y aunque visité un par de veces el monumento, nunca hice el sendero.
Me encontré con un viajero bogotano que acostumbra hacer este recorrido como deporte. Cuando le conté que nunca había subido, me respondió: Te recojo a las 5 am. Con su tono de asombro, sumado a la emoción que me dio imaginarme ver el amanecer desde allí, no pude resistirme a la propuesta. Mis baterías se recargaron de inmediato, se me olvidó el cansancio que sentía y pasé por alto el madrugón que me esperaba; así que acepté.
La alarma a las 4 am nunca sonó; a cambio mi reloj viajero mental me despertó. Aún estaba muy oscuro, hacia mucho frio y las cobijas me invitaban a quedarme abrazada a ellas, pero nuevamente imaginar ver el amanecer me hizo saltar de la cama a toda velocidad.
Llegamos a la entrada de Monserrate y nos ubicamos al inicio del sendero que está abierto desde las 5 am hasta la 1 pm. Deportistas de todas las edades estaban visitando el lugar, calentando y estirando sus cuerpos para iniciar con su rutina; así que nos unimos e iniciamos nuestro recorrido. El sendero está totalmente empedrado, es amplio y se encuentra en muy buen estado. Al mirar la montaña se evidencia lo empinada que será la subida, así que me recomendaron no estar levantando la mirada para no desanimarme porque cada vez se va poniendo aún más empinada, haciéndola más difícil. Cada paso que daba, agradecía por mis pies y por poder avanzar en el camino.
Es por esta cuesta que este mágico lugar encierra tantos mitos y leyendas para llegar al santuario: dicen que las parejas de novios que visitan este lugar juntos nunca se casan, que a la escultura del Señor caído que se encuentra en el santuario le crece pelo, o que pesa mas de lo normal cuando la bajan a la ciudad y se le atribuyen innumerables milagros de sanación; es por esto que muchos feligreses hacen sus promesas en este lugar y las cumplen regresando al santuario de rodillas o descalzos por este mismo sendero empedrado.
La leyenda que marcó historia fue en 1.895 gracias a Harry Warner, un equilibrista que cruzó por una cuerda floja tendida desde el cerro de Guadalupe hasta el cerro de Monserrate, sosteniendo una varilla de 20 mts de largo y haciendo malabares sobre esta cuerda mientras cruzaba. Al lograr tal hazaña indicó que lo había logrado porque el Señor de Monserrate lo sostenía con hilos invisibles. En este caso, el famoso dicho que dice que la fe mueve montañas cambia a la fe cruza montañas.
A medida que se va subiendo, se va teniendo una vista hermosa de la ciudad, las luces aún encendidas de las construcciones resaltan con destellos, mientras el sol se va levantando sobre estas edificaciones y las nubes van pasando impulsadas por el viento capitalino. El cerro es una reserva forestal, así que hay momentos en los que entre frondosos árboles se ve la ciudad y te captura el aroma a madera húmeda y fresca. La respiración se hace cada vez más agitada y profunda por lo que sentir este aroma es una sensación maravillosa.
En el sendero se encuentran 3 caracoles, llamados así por las pronunciadas y empinadas curvas; siendo estos los tramos más duros en la subida. La última parte del sendero inicia cuando se cruza un túnel falso y escalonado que direcciona al santuario. Yo tenía la excusa de hacer pausas para tomar fotos, así que aprovechaba para descansar. Durante el recorrido corto pero exigente por lo empinado y la altura, encontramos varias personas con mareo y soroche como le llaman al malestar que se siente a grandes alturas. Para mí era una experiencia maravillosa, para otros definitivamente era un sacrificio de ofrenda.
De un momento a otro empezamos a escuchar una voz aguda y fuerte que gritaba: “Ánimo, ánimo. Anímese, anímese. No se desanime que estamos llegando. Ánimo, ánimo”. Eran los gritos de un invidente quien sube a diario desde muy temprano para ubicarse con su radio en uno de los escalones de piedra y así recoger dinero que le donan quienes suben por este camino.
-¿Cuántos escalones faltan? – Preguntó un señor mientras le ponía unas cuantas monedas en su vaso metálico; a lo que el respondió: “No se desanime, solo le faltan 200 escalones. Ánimo, ánimo“. No sé si con esa respuesta realmente lo animó, pero ya solo eran 200 faltantes de los 1131 escalones que tiene este camino.
Finalmente llegamos a la cima. Un panorámica hermosa de la ciudad contrastante con el verde de los cerros orientales y el tono entre azules y grises del cielo y después de unos minutos de aliento, tomamos el funicular de regreso a la ciudad, para ya recargados de energía iniciar el día laboral.
A veces hace falta salir de la ciudad en la que se ha vivido y regresar como turista para ver con asombro lo que en el día a día se va volviendo paisaje. Ahora puedo decir que estuve en Bogotá y seguro volveré a hacer el sendero para desde allí encontrarme con el atardecer capitalino.
Datos de interés:
- Trayecto en funicular o teleférico: $12.000
www.bihigueraviajera.com
@Bihigueraviajera