Conocí a alguien en uno de mis viajes: El Ave Fénix.
Terminaba una de mis historias, casi lista para publicar. Él se acercó con una canasta llena de productos que tenía para la venta.
Ya habían pasado otras personas a quienes les había comprado, por lo que sin dejarlo modular le dije:
– Ya se le adelantaron. Vea, aquí tengo de todo; así que gracias – Le dije sonriendo.
– Tranquila – me dijo y me respondió con una sonrisa. Es que con lo que vendemos salimos adelante. Yo fui habitante de calle. –
Me giré hacia la pantalla de mi computador.
Justo antes que el llegara, yo estaba poniendo el título del artículo “El valor de una sonrisa”. Así que leí este título y luego me giré de nuevo hacia él. Seguía sonriendo y mirándome, como esperando algo.
Sus dientes blancos resaltaban sobre su rostro de tez morena y sus ojos se veían brillantes.
-Gracias por esa sonrisa tan hermosa. Ya que usted llegó hasta aquí y me trajo esa sonrisa; cuénteme algo de su historia. Veo que es increíble – Le dije.
– Mmm, si supera – Expresó con una sonrisa más intensa aún.
– Yo me fui de mi casa cuando era solo un niño porque mi padre me maltrataba mucho. Me fui a las calles y ese mismo día probé el basuco. A partir de ahí pasé por muchas cosas duras, el frio, el hambre, el desprecio, peleas, hasta el punto de casi llegar a la muerte. – Me decía tranquilo.
– Esto es lo que queda – Me mostraba señalando sus cicatrices.
Yo quedé con los ojos y la boca abierta con esa introducción.
– Siéntese aquí un ratico y me sigue contando – Le dije.
-Pero imagínese – Continuó.
-Cuando yo estaba saliendo del hospital por unos machetazos, una señora me grito: – Cristo lo ama- entonces yo le grité también: – Si me amara yo no estaría así. Y me fui del hospital.-
-Yo había intentado varias veces rehabilitarme, pero ya nadie me creía, ni mi mamá, de tantas mentiras que les decía. Así que le dije a Dios: si usted en verdad existe y disque me ama, sáqueme de esto y yo le prometo que le voy a servir el resto de mi vida. – Me dijo mientras seguía sonriendo y con su mirada fuerte e intensa.
– Y vea, aquí estoy. En deuda con Él – me dijo concluyendo su historia.
Yo seguía escuchándolo sin poder quitarle la mirada.
Lo detallaba mientras tanto. Bien vestido, impecable, con porte, su pelo corto, sus manos limpias, su actitud amorosa, con tremenda historia y aún así seguía sonriendo. Se veía lleno de alegría.
– Ahora estoy rescatando y ayudando a mis amigos, a todos los que veo en la calle les digo lo mismo: Cristo te ama, y les ofrezco mi ayuda para que como yo puedan cambiar su vida.
Es un proceso difícil, hay mucha recaída, pero también soy feliz viendo a los que ya lo han logrado y más aún si fue porque yo les tendí la mano.-
-Así que todos los días salgo a vender estos productos para que todos tengamos comida y poder pagar servicios, arriendo y todo lo que necesitamos en el lugar donde vivimos. Yo vivo feliz de poder ayudarlos y de lo que hago – Y así, con estas mágicas palabras cerró su testimonio.
Todos somos un universo entero de historias, galaxias de aprendizajes.
Tenemos un camino de estrellas que sólo cuando miramos hacia atrás, vemos todos esos puntos de lo vivido y es ahí cuando entendemos y por fin podemos unirlos.
Contamos con un camino lleno de vivencias, algunas luminosas, algunas más oscuras, pero esas vivencias han hecho lo que somos hoy.
No queda más que agradecer y cada día construir una mejor versión de nosotros mismos. Así como este Ave Fénix que renació de las cenizas.
Así como este hombre que se acercó, contó su historia de vida en pocos minutos a una extraña y tocó su corazón. Una historia que ahora leen muchos extraños más. Una semilla que se multiplicará.
2 comentarios
Doña Bibiana buenas tardes. Sí, de todas las experiencias malas es donde uno aprende a valorar más la vida… Un abrazo
Wow ! que linda y conmovedora historia. Me encanta que esta gran persona está bien y feliz. ♥️👏👍🙏